En otras ocasiones ya he subrayado mi interés por desmitificar el concepto de innovación. Esto se debe a que considero que para lograr que cada vez más empresas se decidan a incorporar la innovación a su ADN, e iniciar programas para sistematizarla, es fundamental derribar varios mitos que siguen todavía rodeando al término innovación, y que contribuyen tanto a dificultar que más organizaciones se decidan a pasar de las palabras a los hechos, como a que las que lo hagan adopten enfoques erróneos que conducen al fracaso.
Con el propósito de seguir contribuyendo desde este blog a fomentar una visión holística de innovación empresarial, expongo a continuación los cinco mitos que considero más extendidos y perjudiciales:
1. “La innovación es un concepto tecnológico”.
En muchas ocasiones al comentar que trabajo en el ámbito de la innovación, la respuesta de mis interlocutores incluye siempre la palabra tecnología. La realidad es que para muchas personas, innovación y tecnología son sinónimos. Sin embargo, no es así. No suelo ser categórico, en mis afirmaciones, ni en mis negaciones. Pero en este punto sí estoy muy convencido al afirmar que uno de los errores más extendidos, es confundir ambos conceptos.
La innovación está relacionada con la novedad y la creación de nuevo valor, es decir con resolver problemas o satisfacer necesidades a través de soluciones nuevas. En ocasiones la tecnología puede ser un mecanismo que facilite enormemente esa tarea, incluso puede ser una fuente de ventajas competitivas. Pero siempre debe ser vista como un elemento facilitador, no como un fin en si misma.
A la hora de innovar, cuando se piensa en la solución que será lanzada al mercado, hay que poner el acento en el modelo de negocio, y de manera especial en la propuesta de valor y la experiencia del cliente. En muchas ocasiones esa solución innovadora incorporará aspectos tecnológicos, pero en ningún caso se trata de un requisito imprescindible.
2. “Las herramientas y las metodologías para gestionar los procesos de innovación son clave”.
Debo admitir que durante cierto tiempo yo fui también víctima de este mito, y creí que la clave para innovar era diseñar procesos de innovación a partir de metodologías como el Design Thinking, el Lean Startup, o el “Stage-Gate”, por nombrar algunas. Aplicar las que considerase más adecuadas en función del tipo y nivel de riesgos e incertidumbres, y utilizar herramientas procedentes de escuelas de negocio, y consultoras que estuviesen en la vanguardia de la gestión de la innovación empresarial.
La literatura empresarial nos ofrece multitud de casos de innovación que supuestamente basan su éxito en la metodología y las herramientas utilizadas. Sin embargo, si al enfrentarnos a proyectos reales nos damos cuenta de que nuestros resultados se parecen poco a las expectativas creadas, lo más probable es que nos hayamos olvidado de que la verdadera clave, son las personas. Con esto no quiero negar la importancia de las metodologías y las herramientas.
Lo que pretendo destacar, es que la innovación requiere además de herramientas, de personas con habilidades específicas, y con modelos mentales abiertos a la colaboración, a la novedad, a la sorpresa, al aprendizaje y a no mantener ideas preconcebidas. Por lo tanto, es fundamental formar a las personas, desarrollarlas y prepararlas para acometer el reto de innovar. Sin tener en cuenta que el factor humano es clave, incluso las metodologías más potentes, tendrán poco impacto. Por lo tanto, invertir en desarrollar y conectar a las personas que forman la empresa, es clave para innovar con éxito.
3. “La innovación se basa en la creatividad y en tener buenas ideas"
La creatividad está relacionada con la generación de ideas para resolver problemas, sin embargo la innovación es la comercialización exitosa de esas ideas. Por lo tanto, la innovación implica la obtención de resultados. Sin embargo, y sin pretender negar la importancia de las ideas, probablemente disponer de ideas no sea el mayor problema al que se enfrentan las empresas que desean iniciar procesos de innovación.
Existen elementos tanto antes como después del proceso de ideación, que suponen mayores desafíos. Por ejemplo, establecer una estrategia de innovación que enfoque y alinee los esfuerzos de la organización, identificar retos de innovación relevantes, lograr inspiración a partir del estudio de tendencias y de clientes, y implementar y comercializar adecuadamente las ideas. Para evitar el riesgo de confundir la innovación con la creatividad, y terminar con una pared llena de "post-its”, que tras el entusiasmo inicial van a ser abandonados, hasta que lentamente vayan despegándose, es aconsejable entender que la innovación es mucho más que ideas.
4. “La innovación puede ser delegada”
Muchas organizaciones delegan la innovación en personas a las que se responsabiliza de los resultados generados por ella, pese a que no se les otorga la autoridad necesaria ni para asignar los recursos según sus criterios, ni para tomar decisiones clave. Esta situación, es un ejemplo claro, y demasiado común, del tipo de liderazgo que pese a hablar de innovación y afirmar que es una prioridad en su agenda, no se compromete con ella. Simplemente delega esa responsabilidad en otros, en lugar de asumir un rol activo que colabore a fomentarla.
Sin embargo, esos mismos líderes suelen sorprenderse de que la innovación no se convierta en una realidad en sus empresas, y se preguntan por qué no innovan si han hecho una declaración explícita de que la innovación es una prioridad para ellos. La respuesta es sencilla: las organizaciones han sido diseñadas para hacer eficientemente lo que ya están haciendo. Mientras que la innovación está relacionada con la novedad y con hacer cosas diferentes.
La soluciones innovadoras que llegan al mercado, son el resultado de una serie de cambios internos. Por lo tanto, si innovación y cambio son conceptos que van de la mano, es indispensable que el liderazgo esté directamente involucrado en la sistematización de la innovación. Tal y como he expresado en otras ocasiones, el líder debe asumir una serie de roles, el primero de los cuales es el de crear las circunstancias apropiadas para que la innovación pueda ser una realidad, y no sólo un bonito eslogan corporativo.
5. “La innovación es cosa de genios”
Es innegable que la figura del genio solitario capaz de crear cosas fantásticas, en muchas ocasiones nunca vistas con anterioridad, resulta tremendamente atractiva e inspiradora. Sin embargo, además de no corresponder siempre con la realidad, esas leyendas contribuyen también a que los que no hemos sido tocados con la barita mágica de la genialidad, nos alejemos del concepto de innovación.
Lo cierto es que la complejidad del mundo en el que vivimos hace indispensable que los proyectos de innovación tengan un enfoque holístico, y que por lo tanto se nutran de disciplinas muy diversas. Además de eso, creer que las buenas ideas son patrimonio de unos pocos es un error que se puede pagar muy caro. Cuanto más gente dentro de una organización esté involucrada, en mayor o menor medida, con la innovación, mucho mejores serán los resultados. De ahí el interés creciente en fomentar la colaboración y la conexión del talento interno.
En realidad es recomendable que esas colaboraciones y conexiones vayan más allá de las paredes de la empresa, e involucren a personas ajenas a la organización. Bajo la idea de que por mucho conocimiento que haya en el seno de una empresa, fuera de ella existirá mucho más conocimiento, nace el concepto de innovación abierta. Lo que pretende este concepto, es fomentar que las empresas abran sus procesos de innovación al exterior, e incluyan a clientes, proveedores, expertos, y a cualquier perfil que pueda aportar valor. En definitiva, todo lo contrario al mito del genio innovador.
Concluyendo
A modo de resumen diría que se deben abandonar las visiones de que la innovación es solo tecnología, o solo creatividad. Sin negar con ello la importancia de ambos aspectos, tanto en el proceso como en el resultado final de innovar. Del mismo modo, debe también superarse la idea de que los métodos y las herramientas más sofisticadas son la clave para innovar. La experiencia demuestra que al enfrentarse con la realidad, la clave son las personas, ya que son ellas quienes deberán innovar. Y cuantas más personas intervengan a lo largo del proceso de innovación, más probabilidades de innovar con éxito, especialmente si lo hacen en empresas que dispongan de un liderazgo comprometido con la innovación.
Los mitos que dificultan que el concepto de innovación sea más mundano, y se corresponda con la realidad, no se reducen a estos cinco. Aunque en mi opinión estos son los más extendidos. Derribarlos es un primer paso, fundamental, para lograr que muchas más empresas se decidan a abrazar el concepto de innovación.
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