Los que tengan formación en el área de ciencias, estarán familiarizados con la primera ley de Newton, o principio de inercia, según la cual: todo cuerpo continúa en su estado de reposo o de movimiento uniforme en línea recta, a menos que actúe sobre él una fuerza externa.
En el caso de las personas, y las organizaciones, también se cumple un fenómeno parecido, al que podemos llamar principio de inercia mental. Se trata de la tendencia de un individuo, o una organización, a mantener una actitud, y a resistir cualquier cambio en su modo de pensar y de actuar, a menos que una fuerza externa le obligue a ello.
En el ámbito empresarial, las fuerzas externas pueden ser avances tecnológicos, el movimiento de un competidor, la adopción de una tendencia por parte del mercado, o un cambio repentino en las condiciones económicas. Lo que conlleva, que la organización sometida a tales fuerzas externas se vea obligada a actuar de manera reactiva y repensar lo que está haciendo. Corriendo el riesgo, de no disponer del tiempo suficiente para realizar los cambios necesarios para sobrevivir.
Por este motivo, es muy importante obligarnos regularmente a salir de esa inercia mental, adoptar nuevas perspectivas y cuestionar la lógica dominante en la que estamos instalados. Sin embargo, ¿cuándo fue la última vez que te reuniste con personas de tu organización para cuestionar las suposiciones sobre las que se sustenta vuestro negocio?¿cada cuánto revisáis las creencias que compartís acerca de los clientes a los que servís, los mercados en los que operáis, el modo en que estructuráis vuestros procesos, el valor que creáis, los mecanismos de diferenciación que utilizáis?.
Las preguntas actúan como catalizador de la innovación, representan una oportunidad para aprender, y para considerar multitud de alternativas. Según Peter Drucker, lo difícil e importante no es encontrar las respuestas correctas, sino encontrar la pregunta adecuada. Porque hay pocas cosas tan inútiles (incluso peligrosas) como encontrar la respuesta correcta a la pregunta equivocada.
En realidad, son muchos los casos en que si uno investiga los inicios de alguna innovación, termina descubriendo que todo se inició con una pregunta. Cuestionar es una de las cinco habilidades de descubrimiento, aquellas que diferencian a los innovadores de los no innovadores. Existe una profunda relación entre el cuestionamiento y la innovación. Cuestionar nos permite organizar nuestro pensamiento en torno a aquello que desconocemos, y a partir de ahí, empezar a conocer.
En el verano de 1943, Edwin Land, cofundador de Polaroid, estaba de vacaciones con su familia en Santa Fe (Nuevo México) y sacó fotos de Jennifer, su hija de tres años. Obviamente, Jennifer no pudo ver la foto de inmediato y le preguntó varias veces a su padre por qué tenía que esperar. Para los lectores más jóvenes, cabe aclarar que en esos días las fotografías debían revelarse en laboratorios, antes de poder ser vistas.
En el caso de las personas, y las organizaciones, también se cumple un fenómeno parecido, al que podemos llamar principio de inercia mental. Se trata de la tendencia de un individuo, o una organización, a mantener una actitud, y a resistir cualquier cambio en su modo de pensar y de actuar, a menos que una fuerza externa le obligue a ello.
En el ámbito empresarial, las fuerzas externas pueden ser avances tecnológicos, el movimiento de un competidor, la adopción de una tendencia por parte del mercado, o un cambio repentino en las condiciones económicas. Lo que conlleva, que la organización sometida a tales fuerzas externas se vea obligada a actuar de manera reactiva y repensar lo que está haciendo. Corriendo el riesgo, de no disponer del tiempo suficiente para realizar los cambios necesarios para sobrevivir.
Por este motivo, es muy importante obligarnos regularmente a salir de esa inercia mental, adoptar nuevas perspectivas y cuestionar la lógica dominante en la que estamos instalados. Sin embargo, ¿cuándo fue la última vez que te reuniste con personas de tu organización para cuestionar las suposiciones sobre las que se sustenta vuestro negocio?¿cada cuánto revisáis las creencias que compartís acerca de los clientes a los que servís, los mercados en los que operáis, el modo en que estructuráis vuestros procesos, el valor que creáis, los mecanismos de diferenciación que utilizáis?.
En realidad, son muchos los casos en que si uno investiga los inicios de alguna innovación, termina descubriendo que todo se inició con una pregunta. Cuestionar es una de las cinco habilidades de descubrimiento, aquellas que diferencian a los innovadores de los no innovadores. Existe una profunda relación entre el cuestionamiento y la innovación. Cuestionar nos permite organizar nuestro pensamiento en torno a aquello que desconocemos, y a partir de ahí, empezar a conocer.
En el verano de 1943, Edwin Land, cofundador de Polaroid, estaba de vacaciones con su familia en Santa Fe (Nuevo México) y sacó fotos de Jennifer, su hija de tres años. Obviamente, Jennifer no pudo ver la foto de inmediato y le preguntó varias veces a su padre por qué tenía que esperar. Para los lectores más jóvenes, cabe aclarar que en esos días las fotografías debían revelarse en laboratorios, antes de poder ser vistas.
Las preguntas de su hija, hicieron pensar a Land sobre las posibilidades de la fotografía instantánea. ¿Por qué su hija no podía ver la foto al instante?" "¿Qué hacía falta para que la fotografía instantánea se convirtiese en una realidad?". La inocente pregunta de su hija, fue la llama que desencadeno un proceso que se materializó en un producto revolucionario, del que llegaron a venderse más de ciento cincuenta millones de unidades entre 1946 y 1986.
Entonces, si cuestionar es un catalizador de la creatividad y la innovación, ¿por qué nos hacemos tan pocas preguntas a nosotros mismos? ¿por qué hacemos tan pocas preguntas a otros? ¿por qué cuestionar aspectos fundamentales de una empresa o industria nos da tanto miedo? ¿por qué desafiar las ortodoxias no es una práctica habitual en las organizaciones?
Una ortodoxia es una creencia profunda, una práctica tradicional, o una manera convencional de pensar, que es asumida como verdadera o correcta. Todas las culturas, ya sean nacionales, sectoriales u organizativas, poseen sus propias ortodoxias. Por si mismas, no son necesariamente malas. En realidad, en el ámbito empresarial son esenciales para lograr que una empresa crezca.
El problema es que si no son desafiadas de manera regular, evitan que la empresa sea capaz de descubrir nuevos modos de hacer las cosas, o nuevas cosas que hacer. Crean "cajas" en las cuales las personas piensan, actúan y toman decisiones de manera rutinaria, dificultando que puedan ver más allá de los límites impuestos por tales ortodoxias.
Esta es la razón por la que muchas de las innovaciones que han sido disruptivas, en diferentes industrias, han sido impulsadas por personas que no pertenecían a dicha industria. Ese hecho resulta ser una gran ventaja. Permite entrar en una industria desprovisto de ideas preconcebidas, y sin la lógica dominante que evita, que aquellos que llevan largo tiempo en la industria, sean capaces de ver oportunidades revolucionarias, que se basan en derribar elementos que eran consideradas verdades absolutas hasta el momento.
Por lo tanto, liderar el cambio, e impulsar la innovación implica hacerse preguntas, especialmente preguntas incómodas que cuestionan el statu quo actual. Esto presenta, como mínimo, un doble dilema para los directivos:
1) se espera que los altos directivos aporten respuestas a los accionistas, inversores externos o incluso a sus colaboradores, no preguntas.
2) para los empleados puede resultar difícil plantear preguntas que cuestionen el statu quo a los directivos. Después de todo es posible que esos mismos directivos hayan creado ese statu quo, y hayan sido recompensados por ello.
El primer dilema suele resolverse, creando una red oficiosa de personas a las que pueden preguntar, y que a su vez les pueden preguntar a ellos. Personas que son merecedoras de confianza y que poseen suficiente conocimiento y/o experiencia como para aportar nuevos puntos de vista.
El segundo dilema, el que más me interesa a mi, se debe resolver creando una cultura que apoye y fomente el uso de las preguntas como mecanismo para comprender la realidad actual, e imaginar nuevas realidades. Sin un estilo de liderazgo que haga del cuestionamiento uno de los pilares de la cultura empresarial, la verdadera innovación difícilmente se producirá.
Hay básicamente dos tipos de preguntas que deben pasar a formar parte de la cultura, de cualquier organización que pretenda prosperar a partir de la innovación. En primer lugar, están aquellas preguntas que favorecen la curiosidad y ayudan a comprender el presente.
Una ortodoxia es una creencia profunda, una práctica tradicional, o una manera convencional de pensar, que es asumida como verdadera o correcta. Todas las culturas, ya sean nacionales, sectoriales u organizativas, poseen sus propias ortodoxias. Por si mismas, no son necesariamente malas. En realidad, en el ámbito empresarial son esenciales para lograr que una empresa crezca.
El problema es que si no son desafiadas de manera regular, evitan que la empresa sea capaz de descubrir nuevos modos de hacer las cosas, o nuevas cosas que hacer. Crean "cajas" en las cuales las personas piensan, actúan y toman decisiones de manera rutinaria, dificultando que puedan ver más allá de los límites impuestos por tales ortodoxias.
Esta es la razón por la que muchas de las innovaciones que han sido disruptivas, en diferentes industrias, han sido impulsadas por personas que no pertenecían a dicha industria. Ese hecho resulta ser una gran ventaja. Permite entrar en una industria desprovisto de ideas preconcebidas, y sin la lógica dominante que evita, que aquellos que llevan largo tiempo en la industria, sean capaces de ver oportunidades revolucionarias, que se basan en derribar elementos que eran consideradas verdades absolutas hasta el momento.
Por lo tanto, liderar el cambio, e impulsar la innovación implica hacerse preguntas, especialmente preguntas incómodas que cuestionan el statu quo actual. Esto presenta, como mínimo, un doble dilema para los directivos:
1) se espera que los altos directivos aporten respuestas a los accionistas, inversores externos o incluso a sus colaboradores, no preguntas.
2) para los empleados puede resultar difícil plantear preguntas que cuestionen el statu quo a los directivos. Después de todo es posible que esos mismos directivos hayan creado ese statu quo, y hayan sido recompensados por ello.
El primer dilema suele resolverse, creando una red oficiosa de personas a las que pueden preguntar, y que a su vez les pueden preguntar a ellos. Personas que son merecedoras de confianza y que poseen suficiente conocimiento y/o experiencia como para aportar nuevos puntos de vista.
El segundo dilema, el que más me interesa a mi, se debe resolver creando una cultura que apoye y fomente el uso de las preguntas como mecanismo para comprender la realidad actual, e imaginar nuevas realidades. Sin un estilo de liderazgo que haga del cuestionamiento uno de los pilares de la cultura empresarial, la verdadera innovación difícilmente se producirá.
Hay básicamente dos tipos de preguntas que deben pasar a formar parte de la cultura, de cualquier organización que pretenda prosperar a partir de la innovación. En primer lugar, están aquellas preguntas que favorecen la curiosidad y ayudan a comprender el presente.
- ¿Qué es...?
- ¿Cuál es la causa...?
- ¿Por qué?
- ¿Qué pasaría si...?
- ¿Por qué no...?
- ¿Cómo podríamos...?
En definitiva, los líderes no deben temer al cuestionamiento del statu quo. Incluso si ellos han sido los arquitectos de dicho statu quo, cuestionar y desafiar las ortodoxias en las que este se sustenta, es un mecanismo muy poderoso para identificar nuevas oportunidades, o para validar que esas ortodoxias siguen siendo válidas.
En un momento de cambios profundos y acelerados, cuestionar de manera proactiva y sistemática, antes de verse obligado a hacerlo por la aparición de fuerzas externas, es la mejor receta para asegurar la supervivencia y el crecimiento de nuestras organizaciones. Cambiar nuestras preguntas, puede cambiar nuestro mundo. Toca construir organizaciones preparadas para el cuestionamiento. Es el momento de que los líderes fomenten el arte de preguntar.
Hola Xavier excelente artículo, sin dudas la capacidad de hacer preguntas que movilicen el cerebro es tan importante que son la base de la nueva tendencia en Analítica de RRHH o Big data. Todo el mundo piensa en la tecnología asociada, pero si no se sabe preguntar y sacar correlaciones significativas, de poco servirán. Saludos
ResponderEliminarGracias por tu comentario Juan Carlos. Sin duda la capacidad de formular buenas preguntas debería ser mucho más valorada, tanto en la educación como en la empresa. Un saludo
Eliminar